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MEDIO AMBIENTE

Protección del medio ambiente en manos de las mujeres

La Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD) y El Espectador destacan la labor de lideresas colombianas que desde diversos campos contribuyen a la construcción de país y luchan por un mundo más solidario, más justo: un mundo en común. Esta vez el turno fue para Ángela Jiménez.

Nació en Bogotá y tiene 70 años. Es arquitecta de la Universidad de los Andes. A los 17 años conoció Barichara y quedó enamorada para siempre de ese bellísimo pueblo de Santander, declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la Unesco. Desde ese momento ha vivido allá la mayor parte de su vida, realizando proyectos sociales y de conservación del medio ambiente.

Para ella, este lugar tiene una luz mágica, única, y destaca muy bien los colores de su naturaleza. La tapia pisada que se hace acá de manera artesanal es una obra de arte, una escultura. Pero lo mejor que tiene es su gente, amable, trabajadora y amante de su región.

En el año 2000 creó con Beatriz Betancur, Gloria Correa, José Alejandro Bermúdez y el expresidente Belisario Betancur la Fundación San Lorenzo, con el objetivo de impulsar el desarrollo armónico de la población en lo social, económico y medioambiental. La fabricación artesanal de papel, partiendo del fique, fue su labor inicial, que aún continúa, pero ya no soy parte de esa fundación. Otro de sus proyectos fue desarrollado en 2018, quien junto a su padre y hermanos crearon la Fundación Montechico, cuyo fin es contribuir a la preservación de la naturaleza mediante la reforestación y la educación ambiental. Una tarde a la semana, durante seis meses, 70 niños de diez años reciben capacitación en protección del medio ambiente, con el apoyo del Instituto Técnico Aquileo Parra. Además, con el apoyo de la AFD, participamos en Festiver – Festival de Cine Verde (ambiental) de Barichara, con siembra de árboles en una reserva de la sociedad civil EJL y publicamos una guía sobre cincuenta árboles y arbustos nativos, para que niños y adultos conozcan y cuiden el precioso ecosistema de la zona. Actualmente, es parte del equipo creador de una asociación de mujeres para impulsar en el futuro iniciativas de emprendimiento.

Jiménez menciona que una de las oportunidades empresariales en la región está en los tintes naturales que se pueden extraer de plantas locales. Un caso es el del añil, que es de donde se obtiene el azul índigo, tan utilizado en el mundo textil y en las artesanías. Es un proceso manual que genera empleo aprovechando de manera sostenible los recursos naturales. Por el bienvenido aumento de la conciencia ecológica, ahora muchas empresas están buscando insumos naturales para reemplazar materias primas contaminantes.

Para ella, el principal obstáculo que ha enfrentado por su condición de mujer ha sido el machismo en el mundo de la arquitectura, pero ha encontrado que al ser mujer tiene una gran sensibilidad por la naturaleza y eso es lo que me ha permitido sacar adelante los proyectos en los que me embarco.

Los niños y jóvenes ven su labor muy positiva y aspiran a que no abandonen su región, que conserven sus tradiciones y costumbres, y protejan sus frágiles fuentes de agua y su delicado bosque tropical seco mediante la regeneración del territorio, hablando de Barichara. Espera que muchos otros niños y jóvenes de todas partes de Colombia conozcan y ayuden a preservar este tesoro nacional. Es optimista sobre el futuro, porque las nuevas generaciones son mucho más solidarias en lo social y responsables en lo medioambiental que lo que hemos sido los mayores.

Finalmente, Ángela busca que pongamos en práctica dos conceptos claves: la descolonización del pensamiento (creer en nuestras propias ideas y valores), y la sacralización del territorio (comprender bien que nuestro entorno es un don divino que es preciso valorar y proteger). Tenemos que amar con intensidad al campo colombiano, a nuestras raíces y a nuestra riqueza cultural y natural. Debemos apropiarnos de verdad de todo lo nuestro, que es maravilloso.

Fuente: El Espectador

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