CIUDADANOSSEXUALIDAD

¿Sabemos más sobre diversidad o cómo hacer bullying?

A puertas de cumplirse seis años de la muerte de Sergio Urrego, durante el juicio que se adelanta contra las directivas del colegio Gimnasio Castillo Campestre por la supuesta discriminación en contra del joven, habló por primera vez, ante un juez, su mamá.

Alba Lucía Reyes relató cómo fue este proceso que sufrió su hijo en la institución educativa por su preferencia sexual y cómo terminó quitándose la vida lanzándose desde el 4 piso de un centro comercial en Bogotá.

Reyes dijo que a Urrego lo maltrataban y rechazaban en el colegio por tener una pareja de su mismo sexo al punto de señalarlo de acosar sexualmente a otro menor.

«… A pesar de que los padres sabíamos de su inclinación sexual, el colegio no permitía este tipo de manifestaciones amorosas… En una nota que le hicieron en el colegio y con la que él nunca estuvo de acuerdo era que no debía continuar con estas manifestaciones grotescas amorosas. Lo cual dejaba en evidencia la presión que estaba haciendo por su orientación sexual», dijo Reyes.

Ante esta situación, muchas instituciones han decidido ponerle frente y enseñar a sus estudiantes a ser más empáticos y tener claro los temas de diversidad sexual que hoy en día los jóvenes enfrentan y combatir los casos de bullying hacia quienes se sienten diferentes y desean simplemente hacer parte de la sociedad como cualquier persona con los mismos derechos.

Esta semana, la Corte Constitucional reconoció este tipo de exclusiones y reafirmó que los entornos educativos deben respetar la diversidad.

Esto ante la situación que vivió otro joven quien tuvo una situación en su colegio cuando fue discriminado y su vida entró en una espiral depresiva. El colegio donde estudiaba, José Félix de Restrepo Vélez, de Sabaneta (Antioquia), se convirtió en el lugar más inseguro para él después de que se reconoció públicamente como un joven trans. Las directivas y los docentes fueron sus principales agresores, pues le exigían usar el uniforme femenino y se negaban a llamarlo “José Manuel”, pues se referían a él con su anterior nombre femenino.

Debido a la depresión, llegó a no moverse de la cama, comer ni cepillarse los dientes e incluso tuvo un intento de suicidio, que lo llevó a un hospital de Medellín. El colegio propuso que José Manuel recibiera clases individuales en un salón alejado de sus compañeros, sin derecho a compartir en grupo, incluso a la hora del descanso, “para que no se exacerbaron su pánico al entorno escolar”. Su papá tuvo que acompañarlo a las clases aisladas o esperarlo a la salida del colegio, para que no se sintiera solo y velar porque los profesores respetaran la identidad de género de su hijo.

Sus compañeros intentaron defenderlo y, en una protesta, los hombres vistieron el uniforme de las mujeres y ellas se pusieron el uniforme de ellos. Pero no lograron que las directivas y los docentes atendieran los reclamos del estudiante. Cuando la situación se volvió inviable, con ayuda de los alumnos del consultorio jurídico de la Universidad EAFIT, José Manuel interpuso una tutela para reclamar sus derechos a la dignidad, libre desarrollo de la personalidad, igualdad, educación, libre locomoción, honra y buen nombre. La Corte Constitucional le dio la razón.

Actualmente, en Colombia se pierden muchas vidas por culpa de la discriminación social. Como respuesta, el apoyo a la diversidad debe ser vehemente. Proteger los derechos de un joven trans o gay no es negar las creencias religiosas de los demás estudiantes ni afectar su existencia, es solo reconocer que todos tenemos derecho a existir, a educarnos, a construir nuestros proyectos de vida y a no ser discriminados. Ese discurso que equipara la agenda por la igualdad con un supuesto autoritarismo moral lo que oculta es que la discriminación cobra vidas. Lo vemos una y otra vez. La pregunta que se les devuelve a los padres y profesores del país es clara.

En su sentencia, la Corte dice que deben crearse “espacios que promuevan la formación académica y la convivencia pacífica de todos los estudiantes, especialmente la de aquellos en dificultades, de forma tal que logren superar cualquier barrera que esté impidiendo su desarrollo emocional óptimo”. Por eso le ordenó al colegio, entre otras cosas, “prestar el apoyo que el joven requería durante su proceso de reafirmación de género sin imponer barreras administrativas durante su transición” y “promover formas acertadas de tratar la diversidad”.

Le puede interesar: La educación sexual ¿responsabilidad de padres o colegios?

Esa última idea es fundamental. Para que los colegios no sean espacios hostiles contra niñas, niños y adolescentes que sean lesbianas, gais, bisexuales o trans (LGBT), las instituciones deben ser proactivas. En vez de evitar el tema de la sexualidad y la identidad de género, tienen que promover espacios donde se discuta el tema a partir de la inclusión. Nadie nace con la discriminación preinstalada en el cerebro: es algo que aprenden en sus hogares y en sus colegios. En estos espacios es donde se debe inculcar estos valores para que actos como el bullying no se fomente y no sea parte del calvario de quienes intentan llevar una vida normal a pesar de sus cambios sexuales.

El bullying es un método de burla que, aunque parece inofensivo, en realidad muestra lo vulnerable que podemos ser los humanos en el momento que sentimos que somos objeto de risa para los demás, puede afectar nuestras emociones, la confianza, los sentimientos y el libre desarrollo de la personalidad.

Fuente: El Espectador / Canal 1 / W Radio

You may also like

More in:CIUDADANOS