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YO APORTO

“Mambrú se fue a la guerra ¡qué dolor, qué dolor, qué pena!”

Como si se tratara de una simple canción infantil, en la que Mambrú se fue a la guerra y no sé sabe cuándo vendrá, también califican a los niños en Colombia como “máquinas de guerra” que se deben olvidar. Niños que sin la esperanza de saber cuándo volverán a sus casas o ver a sus familias, fueron reclutados a la fuerza para adentrarse en las selvas colombianas.

La polémica se desató luego del bombardeo a un campamento de las FARC y más aún por las controvertidas declaraciones del nuevo ministro de Defensa, Diego Molano, en las que el funcionario se negó a confirmar las denuncias de que menores de edad habían muerto en el ataque y calificó de máquinas de guerra a los menores reclutados por la guerrilla.

«Estamos hablando de un operativo que tenía una estructura narcoterrorista que usa a jóvenes para convertirlos en máquinas de guerra», dijo a Blu Radio, en RCN Radio indicó que los menores «dejan de ser víctimas cuando cometen delitos».

La guerra en Colombia no terminó con la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, los niños siguen en los campos de batalla. Según cifras del Gobierno, en los últimos tres años 317 menores han llegado a las filas de las organizaciones criminales. Pero la cifra se queda corta, las denuncias son pocas y no hay forma de llevar un registro real de este delito.

Un informe publicado por El Espectador cuenta la historia de Sebastián*, para él todo empezó mientras correteaba en un potrero. Tenía cinco años y los recuerdos son vagos. No tiene claro en qué momento el comandante, “el finado Lucho”, terminó convirtiéndose en algo así como su padre. “Papá Lucho” le decía. Ese día, hombres armados le dijeron que no podía regresar. Tenía ganas de irse y no lo dejaban. Lo llevaron al monte, a la selva, donde lo reunieron con otro puñado de niños y los educaron: le enseñaron a no sentir dolor, a no tener sentimientos, a disparar.

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Así como él, miles de niños se convierten en cifras. A corta edad dejan la educación por el adoctrinamiento, los juguetes por las armas. La guerra es su realidad. La vida pasa en la manigua, en los cambuches, rancheando, prestando guardia, patrullando, combatiendo, matando. En el monte se acostumbran.

En muchas ocasiones los niños reclutados no tienen voz ni entienden lo que pasa. Sus familias son amenazadas y en esos casos el reclutamiento forzado queda impune.

Qué sucede ahora cuando los jóvenes también son ‘obligados’ a prestar el servicio militar cuando terminan sus estudios de bachiller. Son muchachos que por falta de recursos no pueden ingresar a una universidad y se quedan sin opción más que enfilarse en el ejército colombiano.

Hay un dicho tristemente famoso: México perdió la guerra con Estados Unidos porque mientras este último país tenía generales de brigada, el primero tenía brigadas de generales: un montón de personas con los pechos repletos de medallas que jamás habían participado en una guerra. Si bien se podría pensar que este principio aplica solo a la guerra, no deja de ser válido para la educación, donde el objetivo no es otro que derrotar el subdesarrollo y la pobreza.

Colombia no podrá industrializarse, generar empleo y crecer si no cambia su modelo educativo y si los estudiantes que quieren crear empresa y generar trabajo digno y de calidad se gradúan sin conocer la vida real y lo que implica trabajar: es decir, volviendo a la comparación inicial, sin un ejército de soldados profesionales entusiastas y bien preparados que encuentren verdaderas oportunidades para salir adelante y ayudar a su país.

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Aunque es cierto que en Colombia se han hecho incrementos importantes en la inversión en educación, todavía falta mucho si se compara con el resto de la región. Hace unos días el Banco Mundial reveló el gasto público en esta materia con respecto al porcentaje del PIB. Estas son las cifras: Cuba invierte en educación el 12,8 por ciento de su PIB; Costa Rica, el 7,4; Bolivia, 7,3; Venezuela, 6,9; Brasil, 6,2; Argentina, 5,5; Chile, 5,4; Estados Unidos y Ecuador, 5,5; México y Uruguay, 4,9; Colombia, 4,5; Nicaragua, 4,3; Perú, 3,9; El Salvador, 3,8; Paraguay, 3,4; Guatemala, 2,8 y Haití 2,4 por ciento.

Los sueños de muchos jóvenes seguramente no están detrás de un arma o un uniforme, muchos de ellos aspiran a tener un título, ser empresarios, formar una familiar, tener un trabajo digno como cualquier otro ciudadano. Para muchos las oportunidades que brinda el estado no son suficientes, parece que no llegaran a ciertas zonas del país. Se habla de igualdad y derechos para niños y jóvenes, pero a veces eso solo se queda en promesas sin cumplir o falsas esperanzas.

Artistas, fundaciones e incluso otros países piensan que en Colombia invierte más en guerra que en cultura y educación. Nuestro país está lleno de talentos, pero los recursos para sacarlos a flote no llegan a sus manos.

Gloria Emilse Martínez, más conocida por su nombre artístico “Goyo”, cantante, productora y cofundadora de ChocQuibTown, nacida en Chocó, es una de las artistas colombianas más comprometidas con las causas sociales y portavoz de quienes se han manifestado en contra de la guerra y los altos índices de violencia que se reportan en el país, donde los niños y jóvenes son parte de la población más afectada.

En una reciente entrevista con EFE, Goyo reiteró una vez más que el Pacífico colombiano es una tierra que “desborda talento” y que podría ser una mina de oportunidades para muchos de sus jóvenes. Sin embargo, indicó que esa posibilidad se ve opacada porque Colombia invierte más en guerra que en cultura.

“Hay muchas posibilidades de trabajar en eso (la música), pero no se le invierte tanto a la cultura, se le invierte más a la guerra a veces”, señaló Goyo en medio de la entrevista. “Debería haber muchas más oportunidades, debería haber más casas de la cultura, más organizaciones que se dediquen por la cultura”, explica la artista, haciendo énfasis en que, pese al talento de muchos jóvenes, no hay manera en que puedan vivir de esto y menos si existe poca inversión en este sector. “Por eso cada vez que se me ha presentado una oportunidad en la vida, hasta de creer en mi propio arte, no la desaprovecho porque creo que son muy pocas para dejarlas pasar”, indicó la intérprete.

Los problemas para miles de niños se suman con la llegada de la pandemia, varios de ellos han desertado de las escuelas y colegios debido a la falta de recursos para tener conectividad y recibir clases desde sus casas, algunos han comenzado a trabajar desde temprana edad ya que los padres no cuentan con quien dejarlos bajo cuidado o los recursos no son suficientes para un sustento diario. Ellos contaban con la presencia en los colegios incluso para poder recibir una ayuda alimentaria diaria en los comedores. Ahora, solo por mencionar algunos de los problemas, los más pequeños quedan a merced de caer en las drogas, las manos criminales y bandas delincuenciales.

Es donde las preguntas que se hacen millones de colombianos crecen día a día en medio de la incertidumbre sobre el futuro de los niños y jóvenes, cuál es el papel del estado, seguirá prevaleciendo la inversión en la guerra o en la educación, cómo se combatirá la violencia y la corrupción si no hay herramientas para ofrecer a los que tienen menos recursos, entre otras.

Por ahora, la esperanza queda se sigue viendo reflejada en los pocos que pueden luchar por sus sueños desde las aulas, con armas en forma de lápices, con uniformes que un día sean de médicos, bomberos, pilotos, maestros, ingenieros y muchos más, héroes en formación desde pequeños.

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