¿Qué necesidad de envolver casi todo en plástico?
Según una investigación realizada por el portal VICE y escrita por Manuel Valencia, asegura que actualmente, nuestras cocinas y alacenas, se encuentran invadidas por “plásticos de un solo uso”, una categoría en la que también entran vasos y platos desechables, botellas de agua, rollos de embalaje, plástico de burbujas, pitillos, tapas, copitos, filtros de cigarrillo, entre otros.
Menciona que tiene 74 empaques en su cocina mientras realiza la investigación, lo cual lo hace pensar en otra perspectiva sobre los esfuerzos que hago por consumir menos plástico, sin embargo, su esfuerzo es insignificante, especialmente en el supermercado ya que casi todo a su alrededor está envuelto en plástico.
¿Cómo llegamos a este punto en que el plástico se convirtió en un material de facto para la industria de los alimentos? Para responder esta pregunta hay que pensar en la naturaleza misma de este producto y en las características que lo hacen tan llamativo, tanto para empresarios como para consumidores.
¿Qué tan útil es el plástico?
El plástico es un derivado de la industria petroquímica, es decir que proviene de la extracción de petróleo, una fuente de energía no renovable. De acuerdo con estimaciones de Greenpeace, en el año 2030 al menos el 20% de la producción mundial de petróleo será usada para fabricar plásticos. También existen plásticos a base de almidón que provienen de fuentes vegetales. Estos pueden ser creados a partir de diversas plantas y según la producción agrícola del país: en Estados Unidos y Rusia se usa almidón de maíz; en Colombia almidón de papa y yuca, y en Chile almidón de castañas.
La mayoría del plástico que encontramos en el mercado es sintética, o sea, derivado del petróleo, aunque la brecha entre plásticos de origen natural y sintéticos se hace más pequeña con los años. Esto se debe, en parte, a que cada día hay más consumidores conscientes de las diferencias entre estos dos materiales y eligen pagar precios más elevados por un material que perciben como menos contaminante.
Aunque el plástico de origen vegetal tiene ciertas ventajas en cuanto al impacto ambiental en comparación con el sintético, no podemos decir que sea la solución al problema de contaminación de plásticos. Para hablar del “problema de los plásticos” debemos tener en cuenta muchos factores: la emisión de gases contaminantes, el consumo de energía, la contaminación de fuentes hídricas, los microplásticos, entre otros.
Por ejemplo, hay casos en que, para acceder a plásticos de origen vegetal, es necesario que estos sean transportados largas distancias, ya que el país que los requiere no tiene las centrales de producción necesarias para fabricar estos materiales por sí mismo. Cuando se mide el impacto en términos de emisión de gases y consumo energético de producir, transportar y distribuir el plástico de origen vegetal a un lugar lejano, puede que este sea mayor que simplemente producir plástico sintético en el mismo país.
Otro de los problemas del plástico es su biodegradabilidad. Puede que todos en algún momento hayamos escuchado frases del tipo “la bolsa plástica que estás usando tardará 200 años en degradarse”. Estas frases se han convertido en una especie de cliché de los ambientalistas. No obstante, no deja de ser verdad que el plástico tarda entre 200 y 500 años en ser biodegradado, y en ese tiempo puede causar muchos daños. Esto es verdad tanto para los plásticos sintéticos como para los de origen vegetal.
Ante esta situación aparecieron los plásticos biodegradables. Desde un punto de vista técnico, todos los plásticos son biodegradables, solo que decidimos poner esta etiqueta a una bolsa que tarda entre año y medio y tres años en desaparecer en comparación con una que tarda 200. También vale la pena tener en cuenta que no todos los plásticos biodegradables provienen de fuentes vegetales, también hay plásticos de origen petroquímico que son catalogados como biodegradables.
A pesar de la etiqueta y de la sensación de alivio que puede producir la palabra “biodegradable”, estos no son una solución a los inconvenientes del plástico. Un problema muy conocido es el de la contaminación de fuentes hídricas; es decir, que las bolsas y vasos desechables que usamos vayan a parar a ríos y finalmente al océano. Esto es una falla colosal en nuestros sistemas de recolección de desechos. De acuerdo con Greenpeace, cada segundo se generan 200 kilos de basura en el mundo que directamente van a parar a los océanos.
También está el problema de los micro plásticos. En términos simples, estos son partículas de plástico muy pequeñas, de entre cinco milímetros y un micrómetro, que se desprenden del plástico convencional. Los podemos encontrar en los océanos, en el suelo, incluso pueden ser arrastrados por las corrientes de aire.
Sabiendo todo esto sobre la contaminación de fuentes hídricas, la emisión de gases contaminantes y los microplásticos, ¿por qué seguimos recurriendo a este material como método de facto para empacar alimentos? Básicamente, porque es barato y versátil.
Para Santiago Rojas, quien fue investigador de la Clínica Jurídica de Medio Ambiente y Salud Pública de la Universidad de los Andes (MASP), las dificultades que enfrentamos con el consumo de plástico son de carácter cultural. Tiene que ver con la manera en la que hemos naturalizado la presencia de este material en nuestras vidas y cómo hemos diseñado sistemas para perpetuar su uso.
Él considera que muchos de los esfuerzos por regular los plásticos de un solo uso se quedan cortos, ya que no dimensionan lo profundamente arraigados que están estos materiales en nuestras dinámicas de consumo. De acuerdo con Naciones Unidas, al menos 127 países en el mundo han adoptado algún tipo de medida legislativa para reducir el uso de bolsas plásticas. En Latinoamérica podemos ver ejemplos de este tipo de legislación en sitios como Chile, Argentina, Colombia, México y varios países de Centroamérica. Santiago menciona que este tipo de activismo sobre el plástico de un solo uso es válido y necesario, pero no ataca la “raíz del problema”.
La naturalización del plástico, de acuerdo con Santiago, se puede observar en los Obstáculos Técnicos al Comercio (OTC), que son un tipo de normas que tiene cada país y sirven para que un productor tenga que cumplir con ciertas especificidades antes de poder enviar un producto al exterior. De acuerdo con una investigación realizada en Colombia por la MASP en el 2019, muchos de estos obstáculos tienden a beneficiar el plástico, por encima de otros materiales, como un elemento necesario para poder hacer exportaciones.
¿Es el plástico la mejor manera que tenemos para empacar nuestros productos? La respuesta a esta pregunta varía dependiendo de los matices que analicemos. Todas las fuentes que consulté para este artículo coinciden en que no lo es desde un punto de vista de sostenibilidad y con las dinámicas de consumo actuales, pero también en que al momento de revisar los posibles candidatos para reemplazar el plástico aparecen otras dificultades.
Los materiales elaborados con fibras naturales son una opción que, en ciertos casos, podría sustituir el plástico como empaque de algunos alimentos. De estos hay muchos tipos y varían dependiendo de la vocación agrícola del lugar donde se produzcan. Hay bagazos de caña, de maíz, de arroz, está el fique o la cabuya, entre muchos otros. No obstante, como sucede con los plásticos de origen vegetal, hay casos en que la producción y transporte de fibras naturales terminan teniendo un mayor impacto ambiental que el de la producción de plásticos sintéticos. Aquí hay que entrar a evaluar hacia qué sitio se distribuirán los empaques de fibra natural, con qué medios de transporte y el nivel de consumo de energía necesario para producir estos materiales. Todas estas variables pueden hacer que un empaque de fibra natural tenga un impacto mayor o menor que el de un empaque plástico convencional.
Por ahora, pensar en un cambio de paradigma en el que la humanidad abandone el plástico por fibras naturales, vidrio, metal o cualquiera de las demás opciones disponibles en el mercado es un escenario improbable. El ingeniero de materiales Johan Moreno, afirma que, desde el punto de vista industrial, tiene más peso la combinación de practicidad y economía que ofrece el plástico por encima de cualquier otro material.
No debemos olvidar que somos los consumidores los que seguimos demandando plástico. Nosotros incentivamos la producción mediante el consumo y posteriormente fallamos cuando se trata de reusar y reutilizar. Por supuesto, esto no es solo un problema de los consumidores. Los gobiernos y las industrias también tienen un rol importante cuando se trata de diseñar políticas públicas efectivas y planes de reutilización que permitan aprovechar nuevamente los desechos. No obstante, me parece importante recalcar que las acciones individuales que realicemos como sociedad sí tienen un peso importante.
Tatiana Céspedes comenta que desde Greenpeace abogan por restar un poco del valor que las personas dan al reciclaje y en cambio sumárselo a la cultura de reusar y reducir. El reciclaje es algo que depende, en gran medida, de un actuar conjunto entre gobierno e industria, mientras que todos, como consumidores, podemos buscar formas de rechazar los plásticos de un solo uso en nuestras vidas y reutilizar los que ya tenemos.
Esto no significa que las políticas públicas no sean fundamentales. De acuerdo con Diego Hernán Giraldo, es necesario pensar normas completas que promuevan la reutilización de todo tipo de material. No solo del plástico, también del papel, cartón, envases metálicos y de vidrio. Poner normas que limiten el uso del plástico, por sí solas, no es suficiente, sino que es un asunto de todos los residuos y la manera en la que disponemos de ellos.
Mitigar el impacto del plástico en el medio ambiente es una responsabilidad que compartimos los consumidores con las industrias, los supermercados y gobiernos. Solo las acciones conjuntas nos permitirán crear sociedades que tengan una relación sana y equilibrada con el plástico.
Fuente: VICE