Corrupción en Colombia
En Colombia estamos viviendo varias semanas en las que casi todos los días nos despertamos con otro nuevo caso de corrupción.
Si no son los costos de la compra de vacunas (que algunos sostienen que fueron muy altos), son la desaparición de miles de millones de pesos, o la mala contratación por parte del Estado con un contratista que no cumplía con las condiciones necesarias para participar, o porque se contrató con el mejor amigo de tal funcionario…
En fin, parece que no se acaba y, extrañamente, también parece que el dinero tampoco se acaba para robarlo.
Como si la olla no tuviera fondo.
El país se encuentra en una grave crisis de legitimidad: la población ya no confía en las instituciones públicas, el Congreso de la República tiene su popularidad por los suelos, el presente gobierno tampoco logra conectarse con la gente y cualquier acción, sin importar lo bien o mal encaminada que esté, recibe críticas de todos los lados.
Los escándalos de corrupción solo ayudan a que el desprestigio no no pare de crecer.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción de 2020 de Transparencia Internacional, Colombia se encuentra en el puesto 92 de 180 países evaluados.
Un puesto nada destacable que ha ocupado desde el 2012. Y aunque si nos comparamos con la corrupción en Venezuela (que se encuentra en el puesto 176) podríamos salir bien librados. El asunto es que en ocho años no hemos dado muestras de mejoría.
¿Qué es la corrupción?
La corrupción es un abuso, literalmente hablando: es el abuso de poder de alguien o algunos que disfrutando de esa posición, realiza acciones con el fin de conseguir un beneficio particular, en detrimento del interés colectivo.
Una condición necesaria para que pueda existir un acto de corrupción es que una persona tenga un tipo de poder, pero no cualquier poder, sino el de tomar decisiones por otros o con el dinero de otros y que estos no puedan hacerle seguimiento a estas acciones.
Pueden existir dos tipos de corrupción, según quién la realiza:
- La corrupción generada entre privados
- La corrupción generada entre un privado y el gobierno.
La primera de estas no da mucho de qué hablar, a causa de que el mercado se encarga, en la mayoría de los casos, en corregirla o los afectados son un círculo cerrado.
Por ejemplo, cuando un empleado tiene una ganancia por un acto de abuso de poder, la corrección se puede hacer despidiendo y/o demandando al trabajador, y a quienes afecta son los accionistas y de pronto a los demás trabajadores, ejecutivos y directivos de la compañía.
El segundo tipo de corrupción sí afecta a una sociedad en general, pues en esta una persona en un puesto de poder consigue beneficios personales, con dineros que la sociedad ha pagado al Estado por medio de impuestos.
Un favor político, una regulación que beneficia a una empresa o un sector en específico, un contrato cuyas exigencias son creadas para que un solo postor las cumpla, una mordida que toca entregarle a un funcionario para que otorgue unos permisos.
Existen innumerables formas.
¿Qué se puede hacer con la corrupción en Colombia?
Se han creado infinidad de políticas, regulaciones, contralorías, veedurías para reducir la corrupción de un país.
Lo cierto es que este problema en Colombia se ha convertido en un problema estructural, pues está afectando los mismo fundamentos de la nación y cuya solución no puede darse de la noche a la mañana y sin realizar cambios fundamentales.
Como ya fue dicho, la corrupción proviene de un mal uso del poder otorgado y por lo tanto la solución descansa en qué hacer con el poder: en cómo se piensa usar, las consecuencias de usarlo mal y finalmente en la cantidad de poder que se otorga.
Es así que se pueden hacer tres subdivisiones para reducir la corrupción en un país.
Por una parte, se trata de la cultura y los valores que comparte una sociedad. Es un proceso de educación que fortalezca el rechazo generalizado a la corrupción.
Esto puede sonar muy fácil, pero la mayoría de nosotros, aunque lo neguemos, estamos prestos a realizar actos corruptos si esto nos trae beneficios: colarse en una fila, sobornar a un policía para que no nos ponga la multa o regalarle una botella de vino al funcionario para que nos expida el permiso en pocos días.
Como proceso formativo, esta primera solución implica mucho tiempo, mucho esfuerzo, un objetivo claro y a largo plazo. Puede implicar un lapso de una generación completa.
Una segunda solución implica el castigo y la investigación. Que quien cometa un acto corrupto no solo pueda ser descubierto fácilmente, sino que pueda ser castigado de manera expedita.
Es así imprescindible mejorar los índices de impunidad que, según el Índice Global de Impunidad de 2020, Colombia se encuentra en el puesto 49 de 69 países evaluados.
Este proceso, toma tiempo y se requiere de reestructurar tanto el sistema de justicia, como la capacidad investigativa de los entes de control, como la Contraloría General de la República o la Fiscalía.
Por último, una tercera solución, es la reducción del poder, que no es otra cosa que la reducción de las funciones del Estado y de la misma manera la reducción de presupuesto manejado por el Estado.
En vez de seguir creando departamentos, consejos y direcciones anticorrupción, que solo inflan la masa burocrática, es necesario que se haga una reestructuración del Estado, se limite sus funciones, desregule algunos sectores, se eliminen algunas entidades y ministerios.
De esta manera, las entidades de control tendrían menos acciones y personal a controlar, y además el mismo Estado tendría menos presupuesto que puede ser robado.
Esta última es la solución más efectista y rápida, sin embargo pocos políticos y funcionarios están dispuestos a realizar cambios en esta vía.
Esperemos que en un futuro cercano la gente sea la que pida estas soluciones y el país pueda tener líderes que en verdad estén comprometidos a reducir la corrupción del país.
Mientras tanto, seguiremos escuchando en la radio y en las redes sociales nuevos casos de corrupción cada tanto.