Delincuencia impunidad e injusticia. El ciclo que nos tiene mal.
Delincuencia impunidad e injusticia. La inseguridad en las ciudades viene incrementando a pasos acelerados y la impunidad parece ser su mejor aliada. Los colombianos ante la falta de resultados ven a las instituciones como negligentes y sin una estrategia para controlar el crimen.
Según los resultados de la última encuesta de Invamer, el 45% de los colombianos encuestados manifestaron no sentirse seguros en la ciudad en que viven.
El análisis que la Corporación Excelencia a la Justicia (CEJ) hizo a estos resultados para saber si son percepción o realidad, inicia por determinar culpables y los primeros siempre son, la policía y los gobernantes. Delincuencia impunidad e injusticia.
Sin embargo, el 62% de los encuestados no denuncian los delitos de los que fueron víctimas, para ellos el verdadero culpable de que la delincuencia siga obrando a sus anchas es: la justicia.
En Colombia la justicia no opera eficientemente. Delincuencia, impunidad e injusticia.
No cuenta con las herramientas indicadas para mantener tras las rejas a una delincuente y, cuando lo hace, permanece en hacinamiento, lo cual le impide alcanzar la resocialización, que es la finalidad de la pena.
Según la CEJ, es posible que los colombianos no denuncian porque perdieron credibilidad en la justicia y la gran impunidad que persiste.
Además, el trámite de denunciar resulta engorroso, es lento e incluso peligroso para la víctima, quien está sujeto a represalias por parte de su victimario.
La delincuencia se reforma y se renueva con el paso de los días mientras que los métodos de refuerzo para ejercer castigos ejemplares siguen siendo cosa del pasado.
El delincuente sabe que nadie lo va a castigar ni condenar, y tiene la certeza que una vez capturado, al poco tiempo podrá salir a delinquir.
¿Cómo contener la delincuencia con un sistema que es burlado por los delincuentes?
El experto en seguridad Andrés Nieto indica que el problema no es de percepción, como lo aseguran algunas autoridades, pero señala que la ciudadanía tampoco está haciendo las denuncias respectivas y en cambio está acudiendo a las redes sociales, creyendo que es más efectivo el resultado.
Pero adicional, se está presentando otro problema y es que la ciudadanía está acudiendo a la justicia por mano propia.
Golpeados, insultados y hasta desnudos han terminado algunos a manos de ciudadanos que buscan darles una lección a los amigos de lo ajeno. Muchos incluso, han acudido a la compra de armas a modo de protección personal.
La inseguridad y la desconfianza en las autoridades han hecho que los casos de justicia por mano propia se multipliquen: muchos afirman que de nada sirve acudir a la justicia porque en cuestión de días u horas los delincuentes vuelven a la libertad.
Adicional a todo esto, expertos creen que en la policía también se está presentando un problema por la salida masiva de uniformados por cuenta del retiro al cumplir 20 años de servicio y que desde allí las incorporaciones no han logrado equiparar el número de hombres que se necesitan.
Este reto comienza por enfrentar el déficit del número de policías dedicados a la vigilancia por habitantes.
Si bien los datos públicos indican que en Colombia hay 155.110 uniformados (310 policías por cada 100 mil habitantes) al descontar el personal uniformado que se encuentra en actividades diferentes a la vigilancia, se concluye que hay 200 uniformados por cada 100 mil habitantes.
Según la ONU debería haber mínimo 300 policías por cada cien mil habitantes, es decir, nos encontramos en un déficit pronunciado.
Delincuencia sin Justicia
En toda esta problemática hay unos actores que han pasado de agache: los jueces tienen una responsabilidad enorme en el procesamiento penal de los delincuentes.
En la encuesta de Invamer aparecen con una favorabilidad de 10 puntos, mientras el 86% de los consultados tienen una imagen desfavorable del sistema judicial.
Los ciudadanos nunca hemos escuchado que los presidentes de las cortes o a los sindicatos de jueces se reúnan para establecer nuevas alternativas para la judicialización efectiva de criminales.
Por el contrario, es común ver que la reincidencia no ha sido abordada con seriedad.
Según Hernando Herrera, director ejecutivo de la CEJ, “en tan solo el delito de hurto se registra que, de los más de 240.000 delincuentes arrestados en el último año, 90.000 ya habían sido apresados entre dos y nueve veces, y cerca de un centenar lo había sido entre 40 y 70 veces”.
Duraron poco tiempo detenidos, y en la mayoría de los casos, los juicios todavía están pendientes y las sanciones nunca fueron aplicadas.
La impunidad es el plato de todos los días en el país, y mientras no existan castigos ejemplares ni jueces dispuestos a hacerlos efectivos, los policías podrán capturar y recapturar bandidos y nada cambiará.
Hacerle frente a la impunidad
Hablar de todo lo que está mal es fácil, pero las soluciones para enfrentar la inseguridad y la impunidad son pocas.
- El fortalecimiento de las instituciones políticas y la policía es imprescindible para construir confianza en la ciudadanía.
- Diseñar nuevas estrategias para combatir el ciberdelito, la estafa, la usurpación, robo a mano armada, homicidios y entre otros.
- La criminalidad exige que la Policía tenga mayores recursos, sumado a una mayor capacidad de comunicación con la ciudadanía para prevenir el delito.
- Fortalecer y expandir el sistema carcelario del país y considerar mejoras a la política penitenciaria que permitan reducir el hacinamiento extremo.
- Promover la participación ciudadana es una alternativa viable, legítima y oportuna que permitirá a la ciudadanía contribuir a la seguridad, la identificación, planificación, prevención, solución y fiscalización de la inseguridad en el país.
- Incrementar las estrategias orientadas a la prevención, reinserción y resocialización de personas que hayan cometido delitos para evitar su reincidencia y discriminación social.
Hay que hacer un alto en el camino para producir una reflexión profunda sobre este tema. Delincuencia impunidad e injusticia.
La inseguridad condiciona nuestras vidas. Dónde vivimos, por dónde transitamos, dónde invertimos, y qué hacemos o dejamos de hacer un fin de semana.
Si queremos vivir tranquilos, tenemos que actuar para transformar entornos de violencia.